Pocas horas, mal y tarde. Estos son en líneas generales y salvo excepciones -así parece que ha sido siempre- los hábitos de estudio de los jóvenes, que como todos los años por estas fechas están metidos de lleno en la preparación -el atracón final- de los exámenes de fin de curso.
El «empacho» de apuntes y libros no funciona, aunque a veces, sirva para aprobar un examen, es normal que lo estudiado se olvide a los pocos días.
No se estudia suficiente porque los jóvenes ni saben ni tienen la motivación para hacerlo. Además, el estudiar es algo más que hacer los deberes. Entre los jóvenes no abunda el hábito «diario» del estudio.
La distribución de las horas de estudio es bastante irregular. Así, mientras que algunos afirman que estudian diariamente «más o menos el mismo número de horas», el resto se divide entre quienes lo hacen unos días sí y otros no, quienes lo posponen hasta las vísperas de los exámenes y los menos, aquellos que aseguran dejarlo para los fines de semana.
Se estudia poco y es necesario el inculcar el hábito diario ya desde la escuela, a muy temprana edad, y de que en las aulas se impartan técnicas que contribuyan a consolidar dicho hábito.
Hay que enseñar a estudiar a los jóvenes ya que se da por supuesto que saben. Los chicos no saben estudiar porque no lo aprenden desde edades tempranas. Aprenden conocimientos de manera muy literal, descontextualizados, y ello contribuye al fracaso escolar. Se sienten desbordados, no saben cómo resolver los problemas que conlleva el estudio.
Deben utilizar la memoria como herramienta pero no exclusivamente. Memorizar por memorizar no es útil, sólo en tanto en cuanto sirva para transformar esa memoria en conocimiento.
No debe ocurrir un uso abusivo o inadecuado, porque lleva a un aprendizaje mecánico. Son igual de importantes otros procesos intelectuales como la reflexión, la comprensión, la atención, la expresión, la creatividad…
Si un estudiante, continúa, carece de unas técnicas de trabajo intelectual suficientes, o de hábito de estudio, tarde o temprano va a encontrar significativos escollos en su proceso formativo.
Se deben introducir hábitos de estudio desde la escuela primaria, y es necesario implicar a padres y profesores en el proceso.
Juntos tenemos que enseñar a los jovenes a planificar su tiempo dentro y fuera del aula. Cuando funciona la comunicación entre la familia y la escuela el éxito está más asegurado.
La tarea no es fácil. Ahora, el problema es más grave, porque la oferta de ocio, de entretenimiento es mucho mayor que antes. El estudio compite con el Messenger, Facebook, los fotolog, Tweeter, con la televisión y los videojuegos. Antes los padres tenían la autoridad suficiente para decirle a su hijo que se pusiera a hacer los deberes. Ahora, la mayor parte ni siquiera están en casa cuando sus hijos vuelven del colegio. Es un grave problema social.