Como evitar las peleas y discusiones

Se ha dicho que sólo hay una manera de salir ganando en una discusión: ¡evitarla! Pero, ¿cómo? ¿Cómo podemos evitar instigar disputas innecesarias?» Empezar una discusión es como abrir una […]

Se ha dicho que sólo hay una manera de salir ganando en una discusión: ¡evitarla! Pero, ¿cómo? ¿Cómo podemos evitar instigar disputas innecesarias?»

Empezar una discusión es como abrir una grieta en una represa; así que deja de hablar del asunto antes de que se entable una disputa.» (Proverbios 17:14)

1) Date cuenta de que es posible que no siempre tengas razón. ¡Es posible que te equivoques! ¡No olvides que cada cuestión tiene tres caras! ¡Tu versión, la mía y la pura verdad! ¡La cual puede que ni tú ni yo veamos totalmente! Como dijo el apóstol Pablo: «Sabemos que todos tenemos conocimiento. Pero el conocimiento (simplemente) envanece, mientras que el amor edifica. Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.» (1a a los Corintios 8:1,2)

2) ¡Admite de palabra al comienzo que no lo sabes todo y que puedes estar equivocado! ¡Es una manera segura de evitar una discusión e inspirar a la otra persona a ser tan justa, franca y abierta como tú! ¡Hará que quiera admitir que ella también puede estar equivocada! Jesús dijo: «Acuerda con tu adversario pronto.» (Mateo 5:25) ¡O sea, que no discutas sin necesidad! ¡Emplea un poco de amor, consideración y diplomacia!

Si alguien dice algo que te parece equivocado —o incluso que sabes que lo es—, ¿acaso no es mejor comenzar diciendo: «¡Mira, yo pensaba de otra manera, pero muchas veces me equivoco. Y si me equivoco, quiero que me lo digan. Estudiemos la situación.» Nadie en el mundo se va a oponer a que digas una frase mágica como: «Es posible que me equivoque. ¡Vamos a estudiar el caso!»

3) Jamás le digas abiertamente a una persona que no estás de acuerdo con ella. Dile por el contrario: «¿No le parece que tal vez sería mejor hacerlo de esta manera?» «¿Cree que así se ahorraría más tiempo?» ¡De esa manera le estarás diciendo a la persona lo que piensas de una forma amable y al mismo tiempo le estarás pidiendo que responda dando su opinión o aportando una idea! ¡Pruébalo! Da muchos mejores resultados que decir: ¡Hazlo así y punto!

4) Muestra respeto por las opiniones ajenas. ¡Procura darte cuenta del punto de vista de los demás y entender las razones que los motivan a opinar así! Nunca le digas a nadie brusca y categóricamente que se equivoca. Y es posible decirle a alguien que se equivoca con una simple mirada, la entonación de la voz o un gesto, tan enfáticamente como de palabra. Y si le dices que se equivoca, ¿les das ganas de darte la razón? ¡No! ¡Porque le habrás asestado un golpe directo a su criterio, su dignidad y su amor propio! Eso hará que te quiera devolver el golpe. ¡Pero nunca conseguirá que quiera cambiar de parecer! Como le dijo Lord Chesterfield a su hijo: «Si puedes, sé más sabio que los demás. ¡Pero no le digas a nadie que lo eres!»

5) Jamás comiences una discusión proclamando: «Te voy a demostrar que tal y cual. Eso equivaldría a decir: «¡Yo soy más listo que tú! ¡Te voy a decir una cosa o dos que te van a hacer cambiar de parecer!» Eso es provocar. Suscita oposición y le da a tu interlocutor ganas de discutir contigo antes de que hayas empezado siquiera! ¡Las discusiones se pueden evitar si no se avergüenza ni ridiculiza a los demás, y si siempre se les da el beneficio de la duda!

6) ¡Evita las palabras que originan discusiones! Deja de decir cosas como: «¿Ah, sí?, «¡Qué ridiculez!», «¿Tú y quién más?», «¡Déjate de pamplinas!», «¿De dónde has sacado esa idea tan absurda?»

¡Decir algo así es pedir una discusión! ¡Destierra esas expresiones de tu vocabulario, y no tendrás que perder tanto tiempo discutiendo! «La respuesta suave calma la ira, mas las palabras duras desatan el furor.» (Proverbios 15:1)

7) Evita generalizar demasiado, como por ejemplo diciendo: «¡Nunca llegas a tiempo!», «¡Siempre estás diciendo cosas así!», «¡Todas las mujeres se dejan arrastrar por sus sentimientos!», «¡Todo el mundo piensa que eres un tal y cual, y yo también lo creo!»

8) ¡No exageres ni sueltes indirectas! «Di la verdad en amor.» (Efesios 4:15) ¡Vale la pena orar antes de hablar! ¡Lo que no digas, no tendrás que desdecir!

9) Evita hablar frívolamente de temas delicados. ¡Si proclamas opiniones innecesarias a otros que no comparten tus opiniones, no te quepa duda de que se empezará una discusión!

10) Jamás le digas a alguien que no debe pensar como piensa. ¡Todo el mundo tiene sentimientos propios y exclusivos, y si no pensara de esa manera, no lo habría dicho! Pregúntale por el contrario por qué piensa de esa manera, o bien dile simplemente: «Comprendo.» Eso evitará las discusiones y la conversación seguirá su marcha.

11) Un buen lema para evitar las discusiones es: «Si me equivoco, lo voy a decir. ¡Si tengo razón, me callaré la boca!» Por supuesto, hay cuestiones que es importante corregir, pero si no tienes más remedio que señalarle su error a alguien, no dejes de hacerlo con actitud humilde y buenos modos.

Además, puede que no sea el momento más oportuno para decírselo. Espera a que tenga una actitud más receptiva. «El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega.» (Proverbios 29:11) ¡De manera que aprende a discernir y ser consciente de los sentimientos ajenos! «El corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.» (Eclesiastés 8:5)

Como pelear con tus seres queridos

Si lamentablemente no pudimos evitar la discución o pelea, y esta se entabla con un ser querido, a continuación les voy a dar una serie de consejos para tratar de sobrellevarlas de la mejor manera posible.

1) Si el problema es entre tú y yo lo arreglamos tú y yo. Queda prohibido hacer partícipes a otros o discutir en presencia de otros.
Cuando hay testigos en la disputa el ego crece, el orgullo se hincha, lo que se persigue no es la solución de un problema determinado sino demostrar ante los espectadores quién es más fuerte y dominante. Un testigo físico o mental nos motivará, sin darnos cuenta, a tratar de mantener cierta imagen y eso bloqueará la sencillez y la humildad indispensables para llegar a un acuerdo con quien realmente importa. Por experiencia de varios psicólogos, los tres principales factores que causan la desintegración conyugal son:
*el alcohol,
*la infidelidad y
*la intervención de los familiares políticos.

2) El cariño y la lealtad son conceptos no negociables, por lo tanto queda terminantemente prohibido proferir amenazas terminales.
En toda relación humana que se pretenda duradera debe haber algo intocable, algo que no puede por ningún motivo entrar a la mesa de discusión: el cariño. La pareja podrá negociar cualquier cosa, pelear encarnizadamente por resolver las diferencias, pero siempre protegiendo bajo una campana de acero blindado el concepto de su amor; éste no se perjudicará con los resultados. Amenazas como «si no cambias me largo» o «te advierto que si no accedes nos divorciaremos» o «lo que dijiste acaba de matar mi cariño por ti», ocasiona que la discusión se torne peligrosamente terminal.

3) Queda prohibido tener actitudes extremas. Si la persona pierde el control, deberá alejarse, pero nunca realizar escenas que la hagan poco confiable para siempre.
Cuando a Einsten le preguntaron si existía algún arma para combatir la mortífera bomba atómica, él contestó que sí, que había una muy poderosa e infalible: La Paz. Todos los seres humanos poseemos un arsenal de alto calibre que por ningún motivo debe usarse con nuestros seres queridos. Esas armas son: gritar, golpear, insultar, romper cosas, maldecir, injuriar a los familiares del otro, azotar puertas, emborracharse, cometer adulterio, etc. Estos recursos hieren y hacen perder la visión de lo que se discute. Las partes se concentran en devolver sus lanzas con el único fin de lastimar al contrincante. Las actitudes extremas son como un veneno que daña la relación para siempre.

4) Se debe discutir una sola cosa a la vez. Al enfadarse se pondrá sobre la mesa de combate solamente el asunto que haya causado la emoción negativa. Cuando no se sabe pelear es muy común comenzar reclamando un tema «A» y terminar disputando uno «Z» totalmente diferente, después de haber pasado por veintisiete incisos, todos ellos sin relación, unos hirientes, otros incoherentes, otros extremadamente añejos, pero todos esgrimidos para lesionar al contrincante y hacerlo sentir culpable de cuanto malo pasa entre ellos. Una discusión así no tiene ni pies ni cabeza; el asunto inicial se complica y se deforma al grado que la pareja se siente furiosa y el pleito no tiene solución.

5) Prohibido quedarse con cuentas pendientes; si algo no es lo suficientemente grave para discutirse en el momento, deberá tolerarse para siempre.
Al departir no deben traerse a colación asuntos que ya pasaron, que ya se discutieron y que no tiene ningún caso revivir. Hacer eso es como meter el dedo en heridas viejas. Si el asunto es grave se debe hablar con la persona lo que nos molesta y dejar bien establecido que por el amor que le tenemos estamos dispuestos a tolerarlo. Esa es la mejor estrategia para que un familiar cambie, la que se basa en la premisa de que aunque no cambie lo seguiremos amando. Al percibir eso él, a su vez, tarde o temprano también deseará darnos gusto.