Hoy nos encontramos con una formación humana basada en la velocidad, en el aquí y ahora, en lo efímero, por lo que nos olvidamos de nuestro pasado y del futuro; lo importante es la cultura del parecer y, por lo tanto, del obtener: objetos, fortuna, belleza. Esa velocidad del proceso impide el ejercicio del discernimiento necesario para darnos cuenta de lo realmente importante, de los valores esenciales. En consecuencia, las nuevas generaciones se van enfermando lentamente por esta carencia de cultura (cultura proviene del latín cultus, que en sus orígenes significaba “cultivar”), por no sembrar buenos valores que perduren y que puedan ser retransmitidos a la próxima generación. La cultura puede concebirse como herencia, pero no biológica o genética, sino como herencia social. La cultura es información transmitida entre miembros de una misma especie por aprendizaje social, es decir, por imitación, educación, enseñanza o asimilación. Ante la crisis de valores que estamos atravesando, vale preguntarnos qué cultura estamos transmitiendo. El interés domina el conocimiento, la acción, y está terminando con nuestra herencia social. Ejerzamos nuestras responsabilidades y cultivemos a nuestras próximas generaciones, para que no sufran en la ignorancia de las enfermedades sociales.
Sabemos que las pautas culturales han determinado que la delgadez sea un sinónimo de éxito social.
Muchos de nuestros jóvenes luchan por lograr «el físico ideal», motivados por modelos, artistas o por la publicidad comercial.
Muchos de ellos creen sinceramente que «el mundo es de los flacos».
Otros, cuyo peso natural excede el standard de delgadez que la sociedad impone, se deprimen, se autocritican y se sienten perdedores y desvalorizados.
«Ser flaco es sinónimo de éxito» o «si soy flaco todo será más fácil», es lo que la mayoría cree firmemente y esto hace que todos los esfuerzos se centren en una «dieta mágica».
Cualquiera sea la restricción alimentaria que se adopte, se ha dado el primer paso hacia el abismo.
A la Anorexia Nerviosa y a la Bulimia se llega siempre por el camino de la dieta.
La presión social es muy grande, tanto, que no hay reunión en la que no se toque el tema del «peso», de los «kilitos de más» o de «la dieta de moda».
Toda la población en general está preocupada por la figura.
El culto al cuerpo es el caldo de cultivo donde la enfermedad brota y se expande.
Uno de cada veinticinco jóvenes argentinos sufre de Bulimia o Anorexia.
Es importante que tomemos conciencia de lo que estos porcentajes reflejan, y que intentemos detectar qué pasa a nuestro alrededor, en nuestra familia y en la escuela, qué pasa con nuestros hijos y con los amigos de nuestros hijos.
Bulimia y Anorexia
Los trastornos alimentarios de Bulimia y Anorexia, son las alteraciones más comunes de la conducta en el acto de comer. Aunque se refiere al acto de comer no tiene relación directa con la comida. Su raíz está en el miedo a vivir y a crecer. Las señales más claras de estas enfermedades se descubren a través de: El Rechazo a mantener el peso corporal por edad y talla lo que ocasiona una pérdida importante de peso.
El Temor intenso a engordar. La Alteración de la imagen del cuerpo en la que la persona se ve o se siente gorda a pesar de estar muy delgada.
La presencia de Amenorrea en las mujeres (ausencia de al menos 3 ciclos menstruales consecutivos. La Presencia de atracones recurrentes en los que la persona siente que pierde el control sobre la comida.
La aplicación de Conductas compensatorias siempre peligrosas como son los vómitos, el abuso de laxantes o diuréticos, el excesivo ejercicio físico, ayunos y la ingesta de diversos fármacos “adelgazantes”.
La Obsesión por el cuerpo y comida está siempre presente y determina las alteraciones en la conducta.
Si no se tratan…
- Pueden morir a causa de la enfermedad.
- Pueden agravar su estado de salud.
- Pueden tener problemas en el colegio, en el trabajo, con la familia y con la sociedad.
- Perderán su autoestima.
- Sobrevendrá el deterioro de la personalidad.
- No lograrán independencia ni autosuficiencia.
- No obtendrán una inserción social adecuada.
El perfil del paciente anoréxico
Observemos con atención:
• Falta conciencia de la enfermedad.
• Miedo intenso a la obesidad.
• Distorsión del esquema corporal (se ven gordos a pesar de tener bajo peso).
• Rechazo a mantener el peso en nivel normal.
• Caída del cabello.
• Amenorrea, piel seca.
• Hipotensión – Hipotermia.
• Cortan los alimentos en trozos pequeños.
• Comen lentamente.
• Mastican largo rato antes de tragar.
• Prefieren pequeñas porciones.
• Tiran, escupen o esconden la comida.
• Pueden consumir anorexígenos, laxantes y/diuréticos.
• Cuentan las calorías.
• Tienen rituales con la comida.
• Realizan hiper actividad para bajar de peso.
• Se aislan socialmente.
• El carácter se vuelve irritable.
• Existe depresión en el 40 ó 45 % de los casos.
• Tienen conductas obsesivas.
• Auto exigencia.
• Rechazo a la sexualidad.
• Pueden darse atracones.
• Usan ropa suelta (se tapan el cuerpo).
No olvidemos la importancia de la detección temprana.
El perfil del paciente bulímico
Observaremos con atención:
• Episodios recurrentes de voracidad.
• Conciencia de que el patrón alimentario es anormal.
• Sentimiento de no poder para la ingesta.
• Oscilaciones significativas de peso.
• Deterioro de piezas dentarías en vomitadores.
• Alternan con ciclos restrictivos.
• Tienen conductas compensatorias como: escupir, abuso de laxantes, abuso de líquidos para compensar el hambre o provocar el vómito.
• Ayuno.
• Hiperactividad.
• Cortan los alimentos en trozos grandes, comer rápidamente.
• Apenas mastican o tragan sin masticar.
• Prefieren grandes porciones.
• Son mayormente abúlicos.
• Engrosamiento glandular (parótida) en vomitadores.
• El carácter se vuelve irritable
• Se sienten culpables.
• Comen a escondidas.
• Roban para comprar comidas.
• Obsesión por la silueta y el peso.
• Oscilan entre la auto exigencia y el abandono.
• Oscilan entre la euforia y la depresión.
• Suelen abandonar todo lo que emprenden.
No olvidemos la detección temprana.
Los argumentos más comunes de un hijo enfermo
La «verdad universal» que todo enfermo de Anorexia o Bulimia proclama es la más difícil de rebatir para cualquier padre inexperto, por lo que debemos prestarle especial atención:
«Estoy sano», afirman. Y esto es la base de sus-tentación de la enfermedad. También merecen un breve análisis las argumentaciones que comúnmente utilizan para justificar conductas patológicas
A continuación consideraremos algunas de ellas:
1) Estoy sano
Tengamos en cuenta que el paciente no tiene con-ciencia de enfermedad. Presenta distorsión de la imagen corporal (se ve gordo y cuando más adelgazada, más gordo se ve).
El terror a engordar está presente y la combinación de todos estos factores da como resultado una actitud defensiva frente a la posibilidad de cualquier tipo de alternativa terapéutica «que lo engorde».
Ante esta situación, siempre negará la enfermedad y nunca estará dispuesto a concurrir a una consulta médica.
A esta altura comprendemos que tenemos que buscar asistencia especializada a pesar de su negativa. No espere busque un diagnóstico correcto.
2) Quiero engordar, pero…
Si nuestro hijo está con muy bajo peso es realmente cuando más nos alarmamos. En nuestra desesperación insistimos para que coma, aunque sea un poco. Seguramente nuestros ruegos o amenazas serán inútiles. Se seguirá viendo gordo y persistirá con su dieta. Sin embargo puede ocurrir que reconozca estar flaco y asegure que está haciendo esfuerzos por aumentar de peso sin resultado. En ocasiones, se animará a comer delante de nosotros para sostener su teoría. Esté atento entonces: ¿cuántos ayunos se alteran con las comidas? ¿Existen conductas purgativas que podamos detectar? Si la situación persiste, no demore la consulta médica.
3) La comida me cae mal
Esta excusa es muy frecuente para justificar el ayuno o la alimentación insuficiente. En ocasiones, los padres angustiados deambulan por infinidad de especialistas, realizan todo tipo de estudios con resultados negativos. Pese a ello, el paciente insiste con su mal imaginario y se niega a comer. Investiguemos. No justifiquemos excusas para no comer.
4) Ahora soy vegetariano
Con el aparente propósito de llevar una vida saludable, el paciente decide suprimir algunos alimentos. Lo hace con los que considera que tienen mayor valor calórico, entonces elige sólo algunas verduras (a veces un poco de queso), y se transforma así en vegetariano. Defiende a rajatabla su postura y comienza a restringir cada vez más la variedad de vegetales que integran su alimentación. Prefiere generalmente el zapallo y la zanahoria, logrando de esta manera su objetivo de bajar de peso. Recordemos que la alimentación debe ser variada, equilibrada y completa.
5) Mis ocupaciones me impiden comer en casa
Las tareas escolares, el trabajo, los compromisos ineludibles, los exámenes o el estudio suelen utilizarse como argumento para no comer en casa. Si dejamos que esto ocurra, no habrá tiempo para la comunicación familiar y no estaremos en condiciones de conocer la forma en que nuestro hijo se alimenta. Su objetivo es que no lo veamos comer (para hacerlo a escondidas o para no comer). No permitamos que esto suceda. Compartamos la mesa familiar.
6) Estoy constipado, necesito una medicación efectiva
No se deje engañar, cada persona tiene su pro-pio ritmo biológico. No es necesario automedicarse. Una buena alimentación y una vida sana, es la solución que su hijo necesita. No permita que su hijo se automedique.
7) Soy grande para que me controlen
Cuando esta frase se repite con frecuencia es muy posible que nuestras sospechas estén bien fundadas. En nombre de la libertad, el paciente pretende ocultar sus conductas y persistir en sus hábitos. Pongamos en evidencia la enfermedad.
8) Que nadie entre a mi cuarto
Es sorprendente conocer el cuarto de un bulímico. La experiencia va más allá de lo imaginable. Resulta ser el espacio donde todas las conductas patológicas pueden practicarse en secreto. El desorden y el caos reinan y podemos hallar desde restos de comida, paquetes de galletitas, chocolates, etc. Todo es posible. Pongamos orden no sólo en el cuarto. Ayudemos a nuestros hijos a ordenar su vida.
9) «NO» a los tratamientos
«Estoy bien» o «estoy mejor» son algunas de las afirmaciones que suelen repetirse con relativa frecuencia. Ante esta situación, se responde con firmeza. No debemos ser cómplices de la enfermedad. Si hemos comenzado un tratamiento, no permitamos que se abandone. Si todavía no lo hemos hecho, comencemos ya. No aceptemos argumentos que posterguen esta decisión, encaremos el problema. Tenemos un compromiso con la vida y con nuestros hijos. Cumplamos con nuestro deber de padres. Velemos por la salud de nuestros hijos.
10) Los maestros y las escuelas
Todos sabemos que la Anorexia Nerviosa y la Bulimia aparecen en la adolescencia. Si bien la edad de comienzo ha bajado en los últimos años, el grupo de riesgo está en la escuela.
Los maestros deben interesarse en esta problemática y colaborar con familia en la detección temprana. El rol del docente es fundamental para formar jóvenes libres de adicciones y aptos para la vida. Por tal razón es necesario que estén debidamente informados acerca de éstas patologías. Si logramos que se capaciten, potenciaremos la acción de la familia en la lucha diaria contra este flagelo. Es lógico revalorizar entonces el rol del docente en la prevención y detección temprana.
11) La alimentación en el recreo
El recreo es la pausa que permite el descanso y la reposición de energías para continuar la actividad. Este tiempo de relax es importante y debe ser bien utilizado. Los alumnos deben ingerir alimentos adecuados que les aseguren un crecimiento normal y buen rendimiento en las actividades escolares. Si la conducta en este sentido no es la apropiada, se ha encendido la primera luz de alerta. Recordemos que la Anorexia Nerviosa y la Bulimia comienzan con una dieta.
12) La actividad física y los deportes
La gimnasia forma parte de una vida sana. Contribuye al desarrollo armónico de nuestros jóvenes. Estimular su práctica es saludable, pero prestemos atención. La hiperactividad es uno de los síntomas de la Patología Alimentaria.
Cuando el ejercicio se practica con el único fin de bajar de peso, en forma intensa y compulsiva y en sesiones prolongadas, no es beneficioso, por el contrario, reactiva la enfermedad. Cuidemos que la actividad física se realice en su justa medida.
13) El perfeccionamiento
Prestemos atención al alumno ejemplar. La presentación de sus trabajos, su dedicación al estudio, sus rutinas, despiertan nuestra admiración. Lo ponemos como ejemplo ante el resto de la clase, lo consideramos «el mejor». Este tipo de personalidad, donde el perfeccionamiento se manifiesta en todo momento, es característico del anoréxico. Observemos entonces, ¿se muestra obsesivo con su físico? ¿Se esfuerza por conseguir «el cuerpo perfecto»? ¿Cómo es su alimentación y su actividad física? Descubramos a tiempo la Anorexia Nerviosa. A veces está escondida en la abanderada de la escuela.
14) Los cambios de carácter
Esta es una señal de alerta que debe ser tenida en cuenta. La agresividad, la ira, los excesos de llanto, la inestabilidad emocional y el aislamiento están presentes en la patología alimentaria. Si advertimos estos cambios, observemos también si existen otros signos que completen el cuadro de la enfermedad. Observemos a nuestro alrededor. La enfermedad está al acecho.
15) El «patito feo»
La baja autoestima, la falta de confianza en las posibilidades de éxito, hacen que un adolescente se considere un «perdedor». Esta es una característica que acompaña tanto a la Anorexia Nerviosa como a la Bulimia. Prevengamos su aparición. Fomentemos en los alumnos la fe en sí mismos. Enseñemos a los jóvenes a tener confianza en sus propias fuerzas.
16) La escala de valores
Nuestra cultura privilegia el poder, el dinero y el culto al cuerpo sobre otros valores tradicionales que se van perdiendo. Observemos con atención. ¿Qué persiguen los chicos?. ¿Qué les preocupa?. Si nos detenemos a escuchar sus conversaciones, no puede faltar «la dieta mágica» o «el ´como adelgazar». Despertemos en ellos otros intereses; provoquemos un cambio, evitemos la lucha por el «físico ideal». Eduquemos con amor para la vida.
17) La falta de concentración
Suele ocurrir que un buen alumno baje su rendimiento, no pueda concentrarse y por momentos parezca ausente. Seguramente algo le preocupa. Averigüemos qué pasa. La Anorexia Nerviosa y la Bulimia circunscriben a quienes las padecen, a un mundo pequeño donde sólo existe el peso, las calorías, la balanza y la dieta, y donde no hay lugar para proyectos ni para otros intereses que hagan posible vivir en plenitud. Rompamos el círculo vicioso en el que transita la enfermedad.
18) La vergüenza de mostrarse
La distorsión de la imagen corporal que se presenta en la patología alimentaria hace que quienes la sufren, se vean «gordos» a pesar de tener una apariencia normal o bajo peso. Generalmente, por este motivo, quieren esconder el cuerpo, ocultarse ante los ojos de los demás. Se esconden debajo de ropa muy holgada, se niegan a usar traje de baño y evitan situación que los obligue a mostrarse. Enseñemos a los jóvenes a aceptarse y a quererse a sí mismos.
19) El uso del baño
Entre las conductas purgativas, el vómito autoprovocado es muy frecuente. Se debe poner especial atención para detectar este hábito; sobre todo, después de una ingesta que habitualmente se realiza en el recreo. La vigilancia debe extremarse ya que las consecuencias de esta práctica son graves. Los vómitos frecuentes pueden producir un descenso del nivel de potasio en sangre, lo que puede ocasionar un paro cardíaco. Observemos con atención. Si algo anormal sucede hablemos con la familia.
Nuevos Trastornos alimentarios
1) Más alcohol, menos comida
La alcohorexia (drunkorexia en inglés) surge de la combinación de trastornos alimentarios con el abuso de alcohol. En la Argentina no hay estudios epidemiológicos al respecto, pero un informe anual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) 2006 para las Américas estimó que un 30% de las mujeres estadounidenses entre los 18 y 24 años se salteaban comidas para poder beber más. La población en la que aparece esta patología con mayor incidencia es en la de mujeres universitarias jóvenes que toman alcohol en exceso y creen compensar lo que consideran una alta ingesta de calorías con la reducción o la supresión de comidas. Con frecuencia, este trastorno se combina con conductas purgativas, como vómitos, uso de diuréticos y laxantes; en algunos casos, con el consumo de anfetaminas, y en cuadros extremos, con el de cocaína. El error común de los adolescentes de pensar que no hay diversión sin alcohol.
Una paciente cuenta cómo es eso de no comer para poder tomar más. “Todo empezó un jueves a la noche, cuando me preparaba para ir a una fiesta de egresados. Es común que afuera de las fiestas encuentres a chicos tomando, como en una ‘previa’. Todos mis amigos empezaron a tomar, así que dije: ‘Bueno, yo también’. Grave error, ya que solo había comido una milanesa de soja y dos manzanas en todo el día. Empecé tomando vodka puro y después me terminé una botella de Gancia. Mis pensamientos obsesivos con respecto a mi trastorno alimentario desaparecieron por un instante. En menos de cuarenta y cinco minutos estaba alcoholizada por tomar tan rápido y en exceso. En la fiesta, una amiga me vio bailando raro (fue mi ángel de la guarda; su incondicionalidad y fidelidad me salvaron), me sacó a tomar aire y llamó a mi mamá, que no dudó en llevarme, de inmediato, a un sanatorio. Yo no podía controlar los vómitos. No me olvido más de la sensación que tenía, creyendo que iba a morir. Luego de un suero con un líquido para absorber el alcohol en sangre y otros cinco más para hidratarme, salí de alta a las ocho de la mañana. Hoy siento tristeza, arrepentimiento, culpa y vergüenza. Esto me sirvió de enseñanza de vida”, relata.
2) Músculos y abdomen chato
La vigorexia, también llamada “dismorfia muscular”, es propia de quienes padecen de una distorsión de su imagen corporal y se obsesionan por disminuir su tejido adiposo y aumentar su masa muscular. Aunque lo logran, se siguen viendo débiles y delgados. Consumen esteroides anabólicos, creatina y hasta hormona de crecimiento, lo que puede resultar riesgoso. Quienes padecen este trastorno nunca van a estar conformes con el tamaño de sus músculos. Tienen baja autoestima, poca tolerancia al estrés y a la frustración. Se imponen severas dietas, muy altas en proteínas, complementadas con productos anabólicos y esteroides en la mayoría de las ocasiones, y tienen tendencia a la automedicación. Su vida está centrada en el entrenamiento, y dejan atrás actividades sociales, culturales o familiares. Pueden encontrarse aislados social y laboralmente debido a las rápidas fluctuaciones de su estado de ánimo que los lleva a actitudes agresivas.
El paciente que padece de vigorexia necesita reconocer que tiene un problema, y la decisión de encarar un tratamiento, como en el caso de los pacientes anoréxicos, no suele ser voluntaria. El obstáculo en ocasiones es poder persuadirlos de que necesitan ayuda. La diferencia entre los pacientes que sufren anorexia nerviosa y quienes padecen de dismorfia muscular es que en la anorexia se los obliga a tratarse debido al riesgo evidente de vida; en cambio, los afectados por vigorexia suelen encontrarse en buen estado de salud, por lo menos en el corto plazo.
3) Diabetes + trastorno alimentario
La diabulimia, que afecta al 21% de los diabéticos, asocia dos patologías: la diabetes tipo 1 (insulinodependiente) y un trastorno alimentario, cualquier sea este. Se va desarrollando en fases: el primer síntoma es el descenso de peso debido al desequilibrio en la producción de insulina; un segundo paso es el diagnóstico de la diabetes y su tratamiento con suplemento de insulina, lo que lleva a estabilizar los niveles de glucemia y, por ende, recuperar peso. Esto último es rechazado por las pacientes que se ven gordas aunque su peso esté de acuerdo con su estatura, talla y edad, y desarrollan una obsesión por perder kilos. Esto se vuelve un trastorno mayor, si se tiene en cuenta que, para perder peso, omiten dosis de insulina, con lo que pueden llegar a sufrir hipo e hiperglucemias.
4) En la “agria” espera
La pregorexia afecta a embarazadas que, preocupadas en exceso por su peso y los cambios corporales que conlleva su estado, presentan conductas alteradas (se alimentan mal, usan laxantes, diuréticos y pastillas para adelgazar) con el objetivo de no ganar kilos, aun a consecuencia de poner en riesgo la propia vida y la de su futuro hijo, a quien ofrecen una dieta hipocalórica, desde la panza. El embarazo supone un momento de estrés importante por la serie de cambios físicos y emocionales que trae asociados, por lo cual aconsejo a quienes padecen de un trastorno alimentario no concebir un hijo mientras la enfermedad se encuentra activa. Es necesario que los síntomas remitan por lo menos en parte para poder encarar un embarazo.
5) Trastorno por atracón
Lo que se conoce como bingo eating disorder se presenta con mayor frecuencia en las mujeres, en una proporción de dos a uno respecto de los hombres. Es propio de quienes, al seguir una dieta muy restrictiva, suelen experimentar la compulsión por comer grandes cantidades de alimentos hipercalóricos en cortos períodos de tiempo, con consecuencias funestas a nivel físico y psíquico. Esto “bajonea” mucho a quienes padecen este desorden alimentario. Al imponerse pautas de dieta muy rígidas, el salirse apenas de ellas es sinónimo de fracaso. La sensación intensa de frustración al no haberlo logrado intensifica la sensación de ineficacia y baja autoestima.
6) Compulsión por la comida sana
La orthorexia nerviosa es algo así como el “hambre por la comida correcta”, y es propio de los que se obsesionan con comer solo alimentos sanos o de tipo light. De conductas rígidas, inflexibles, suelen realizar dietas restrictivas que dejan de lado una larguísima lista de alimentos, los cuales pasan a considerarse prohibidos. Como estos exponentes se sienten frustrados cuando trasgreden el régimen de comidas que se autoimponen, a veces, dejan de compartir la mesa con amigos o familiares, porque sus patrones de alimentación resultan demasiado elevados respecto de los del resto de los mortales (en este sentido, se sienten en un nivel de superioridad). Consumen solo comida de cierto tipo: orgánica, sin conservantes, sin grasas, sin manipulación genética, sin pesticidas en su cultivo. La forma de preparación (verduras cortadas de determinada manera) y los materiales utilizados (solo cerámica o solo madera, por ejemplo) también son parte del ritual. Estas personas pueden llegar a recorrer kilómetros para encontrar un proveedor de alimentos naturales; si no los encuentran o dudan de su inmaculado origen, prefieren ayunar. Asimismo, no concurren a restaurantes o eventos cuyas cocinas desconozcan.
Es difícil identificar este trastorno porque, a simple vista, estas personas se alimentan de manera saludable. Ellos deben volver a aprender y aceptar la variedad de alimentos, y flexibilizar sus comportamientos en torno a la comida. Es una manera de ubicarla en el lugar que debe ocupar y sacarla del único centro de interés donde la han colocado.
7) Piel canela, cueste lo que cueste
Por último, la tanorexia es padecida por aquellas personas que gustan lucir la piel bronceada los 365 días del año; nada de “blanca palidez”. En su intento, arriesgan su salud psicofísica. Es un tipo de dismorfobia (falta de aceptación crónica de la imagen corporal o facial) que afecta, sobre todo, a mujeres de entre 17 y 35 años, como las de la tribu urbana japonesa Ganguro (literalmente, “rostro negro”), quienes muestran orgullosas su piel excesivamente bronceada, que obtienen tras horas de cabinas solares o baños de aerosoles. Aunque cada vez son más los que toman el sol con precaución, los expertos alertan que, en los últimos años, ha habido un aumento alarmante del número de personas obsesionadas por mostrar un bronceado intenso. En la Argentina no hay estadísticas pero sí, por ejemplo, en España, en donde se sabe que el 31% de los españoles toma el sol entre las doce del mediodía y las cinco de la tarde. Los alemanes son los que más se exponen en la franja horaria mencionada. En Noruega, solo el 61% de la población usa protección solar, y en Gran Bretaña, cerca de tres millones de personas suelen visitar los salones de rayos UVA.
¿Cómo se tratan estos nuevos trastornos?
Requieren un abordaje multidisciplinario (incluye, por lo general, a médicos clínicos, nutricionistas, psicólogos y psiquiatras), de modo de dar una atención global a todos los factores que intervienen en ellos: biológicos, de personalidad, hereditarios, de relación interpersonal, sociales, culturales. En algunos casos, a la psicoterapia debe sumarse medicación psiquiátrica (por ejemplo, antidepresivos).
Fuentes:
Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia (ALUBA)
Revista Nueva