La adicción a Internet

En la Argentina, el promedio de uso de Internet supera la media del planeta. A nivel mundial, se estima que, en 2015, serán 15.000 millones los dispositivos conectados a la […]

En la Argentina, el promedio de uso de Internet supera la media del planeta. A nivel mundial, se estima que, en 2015, serán 15.000 millones los dispositivos conectados a la Web. ¿La gran preocupación? La recién descubierta obesidad digital.

Estar conectados. Esa es la premisa. No quedarse fuera del sistema: tener presencia continua (casi las veinticuatro horas) en las redes sociales, chequear correos electrónicos a través del celular, conocer al amor de tu vida (o al menos, al de un rato), descargar películas, series y música, jugar on-line.
Tanto se esforzó el mundo virtual por parecerse al real que, poco a poco, adopta también su costado más perverso: el de no poder parar de consumir lo que se nos ofrece. Tanto es así que, en la actualidad, algunos especialistas comparan esta adicción con el tabaquismo, la comida o el alcohol. ¿Exageración o pura observación de la realidad?
Para muestra basta un botón. Expertos de la consultora internacional JWT Intelligence acaban de publicar un estudio global en donde alertan sobre una nueva enfermedad: la obesidad digital. ¿Qué la produce? La adicción al material tecnológico o su consumo excesivo. ¿Cómo combatirla? Una de las conclusiones del informe apunta a una desintoxicación o de-teching (así lo llaman), neologismo que representa la idea de deshacerse de la tecnología. La consultora se propone, en concreto, un desarme: “Preparar la mente para un comienzo más racional y saludable”.
La cantidad de usuarios de equipos electrónicos crece a un ritmo exponencial y, de acuerdo con las últimas estimaciones, ese vínculo parece no tener vuelta atrás. Preste atención: en 2015, serán 15.000 millones los dispositivos (entre computadoras, teléfonos celulares, tabletas y electrodomésticos) que estarán conectados a la Web. La creciente oferta de aparatos accesibles y multiuso, y la moda imperante de absorber todo el tiempo las nuevas tendencias en materia de tecnología atentan contra toda posibilidad de precaución. Por lo tanto, la relación con la tecnología puede derivar en un simple hartazgo o… convertirse también en una obsesión peligrosa.
Si bien a nivel profesional aún no hay consenso sobre las características de esta enfermedad y sus posibles tratamientos, algunos países, como Estados Unidos, China y Corea del Sur, empezaron a tomar medidas que apuntan al uso de técnicas y estrategias de rehabilitación de adicciones para abordar estos casos, en clínicas que suelen estar destinadas a consumos de otras sustancias.
Vayamos caso por caso. El centro de rehabilitación de Heavensfield, en Estados Unidos, cuenta con un tratamiento específico para la adicción a Internet, los videojuegos y los mensajes de texto. ¿Cómo es? Los pacientes reciben un tratamiento basado en meditación, yoga y masajes, para recuperar la salud mental.
Por su parte, en China, se calcula que hay unos 4 millones de adictos a Internet. Uno de los centros de rehabilitación más conocidos es el comandado por Teo Ran, un científico militar que hace años se especializó en la desintoxicación de drogadependientes.
Por último, en Corea del Sur, el centro de atención se encarga de captar a los chicos que empiezan a mostrar síntomas de dependencia. La terapia es tan simple como recuperar los juegos de mesa o al aire libre.

Puertas adentro

Estas tendencias a nivel mundial no desembarcaron aún en la Argentina, y todavía no existen organismos oficiales encargados de llevar adelante tratamientos sobre la adicción a la tecnología o su consumo excesivo, a pesar del uso cada vez mayor que los argentinos hacen de los dispositivos tecnológicos.
Según el Interactive Advertising Bureau de Argentina (IAB), entidad que agrupa a las principales empresas de Internet y de publicidad interactiva, los argentinos pasan 27,4 horas mensuales conectados a Internet. Por estos pagos, el promedio de uso supera en cuatro horas el promedio mundial (23,1) y es el más alto de la región, ya que supera las 25,4 horas que pasan los brasileños y las 25,1 horas mensuales de los mexicanos.
El 30% del tiempo se consume en las redes sociales, mientras que un 18% corresponde a la mensajería instantánea y un 7% a chequear los mails. En la Argentina hay, además, 13 millones de usuarios en Facebook y los twitteros crecen a un ritmo intenso: ya superaron los 600.000.
Hay que hacer una diferencia entre los conceptos de uso, abuso y adicción. El abuso en el consumo de tecnología es una problemática bastante nueva, que tiene características diferentes a otro tipo de patologías, pero que, al igual que ellas, está condicionada por un entorno sociocultural: nuestras relaciones la usan. Sin embargo, aunque este entorno o acceso puede predisponer, no implica que necesariamente se llegue a un consumo abusivo. En la actualidad, el sistema empuja al consumo de casi cualquier producto a través de la publicidad, por parte del mercado, de ciertos modelos. Pero no por eso nos volvemos adictos.
Sobre las relaciones y las posibilidades que nos ofrece el mundo virtual, las relaciones y los comportamientos que mantenemos en este mundo virtual responden a lo que llamamos ‘goce autoerótico’: un goce que queda en el ser y no es compartido con el otro, porque me desvinculo del otro, genero una ruptura y, a pesar de la ilusión de una relación, esta relación es efímera. En el plano de lo virtual, no hay comunicación, sino conexión. La bipolaridad ‘conectado/desconectado’ no facilita la comunicación, sino que complejiza la interrelación. Está mediada por algo que todavía no podemos procesar; no lo podemos pensar.
Argentina no se está tratando este tipo de abuso porque aquí la tecnología sigue siendo accesible para un porcentaje relativamente menor de la población. Hay zonas muy exclusivas de la Costa Atlántica que, en sus publicidades y promociones, se jactan de no tener conexión a Internet, como modo de descanso. Si los dispositivos tecnológicos se socializan, habrá que ocuparse, pero no preocuparse. La educación y la información temprana ayudan a los nativos digitales a mantener buenas relaciones con la tecnología, pero con esto solo no alcanza; es algo preventivo. El abuso de la tecnología hoy puede ser una patología como en otro siglo fue la histeria o, hace pocos años, los ataques de pánico. A nivel estatal, hay que prever políticas de salud antes de que las patologías se instalen; si no, seguiremos trabajando la asistencia.

Por la desconexión

¿Cómo frenar el consumo en el mundo virtual? Cambió el paradigma. Hoy, el acceso a la información es una necesidad primaria. Se puede estar sin acceso, pero ¿cuánto tiempo? La tecnología ayuda a optimizar tiempo y recursos. Se está evaluando el impacto de la tecnología con criterios obsoletos. Por supuesto que hay mucha gente que aún se mantiene al margen de las nuevas tecnologías, pero pierden estas ventajas tiempo-recursos que la tecnología ofrece.
No se puede regular el uso, porque es subjetivo. Es nocivo cuando uno no puede decidir sobre sí mismo, pero poner un límite sería subjetivo. Hay que llegar a un equilibrio, a través de la educación temprana. La educación tecnológica no significa educar en la herramienta –o sea, el dispositivo físico–, sino en los criterios de uso, como discernir la utilización o las fuentes a las que tengo que recurrir para buscar determinada información. Por ejemplo, en carpintería en la escuela técnica, allí no se enseñaba los posibles usos de un serrucho, sino los principios, los criterios generales, en los que el serrucho es solo la herramienta. Pero seguimos enseñando cómo usar una computadora. Creo que esto va a cambiar cuando la primera generación de nativos digitales ocupe este lugar de educadores. En materia de tecnología aún estamos en pañales, porque dependemos del dispositivo, de una interfaz que, si se sigue desarrollando todo lo referido a inteligencia artificial, pronto dejará de usarse. Hablamos de procesos como desear algo con nuestra mente y que la tecnología responda a ella. ¿Puede detenerse esta revolución tecnológica? ¿Qué pasaría si hoy cayera la Web? ¿O si se cayeran los sistemas de energía eléctrica? Sin duda, el ser humano se adecuaría, usaría velas pero… ¿no sería un retroceso?.

DD (Dieta Digital)

El tratamiento se apoya sobre cuatro ejes: repensar, reiniciar, reconectar, reactivar. Se debe hablar de «obeso digital» cuando en una tabla se pasa de los 36 puntos. Cómo se llega a esa cifra? Algunos ejemplos: cada teléfono celular suma 3 puntos, cada tableta 2, cada cuenta de e-mail otros 2. Una dieta equilibrada debería andar por debajo de los 24 puntos. La fase «reiniciar» corresponde a la desintoxicación de tecnología (o de-teching): un tiempo razonable para el uso de estas tecnologías va de los noventa minutos a las tres horas. Para recuperar el control, hay que empezar los fines de semana: eliminar del entorno cualquier objeto de deseo tecnológico, para ir, poco a poco, ampliando ese período. Solo cuando se llega al nivel cero se puede comenzar a utilizar todos estos aparatos, no más de una hora por día. Es la cura tecnológica.

De-teching

La palabra es de origen anglosajón pero, sobre todo, es un híbrido surgido, como tantos otros, de las redes sociales. El concepto de de-teching no tiene vocación fundamentalista ni pretende demonizar a Internet, sino todo lo contrario: propone desconectarse de los dispositivos tecnológicos para retornar tiempo después, lo que implica un uso más racional de los elementos. Es, además, una tendencia que comienza a verse reflejada en la aparición de hoteles a los que no se permite entrar con gadgets digitales.

Fuente: www.revistanueva.com.ar