El compromiso excesivo con el trabajo es una de las adicciones modernas más poderosas. En este preciso instante, el 15% de los trabajadores de la Tierra están en riesgo de padecer un mal que acarrea consecuencias peligrosísimas. Las empresas más vanguardistas ya emplean diversos métodos para combatirlo. ¿Cómo un derecho del hombre llega a convertirse en una verdadera droga?
Tiene un compromiso desmesurado y compulsivo con su actividad laboral; piensa en los quehaceres de la oficina cuando ni siquiera está en ella; su entretenimiento está ligado con su profesión; siente culpa cuando no está activo; espera que los demás rindan a su altura; “vacaciones” no es una palabra que figure en su diccionario y a su familia la ve, con suerte, en fotos.
Si se identificó con algunas de estas enunciaciones, cuidado: usted puede ser un workalcoholic, término que comenzó a sonar con fuerza, entre las décadas de los sesenta y de los ochenta, en los Estados Unidos, y que describe a aquel que vive para su trabajo e incluso por él.
Como puede comprobarse, el fenómeno no es nuevo, pero, en las puertas del siglo XXI, cada vez es más delgada la línea que separa la dedicación a las tareas laborales de la adicción a estas. La señal de alerta se enciende cuando los últimos sondeos internacionales estimaron que un 15% de los trabajadores está en riesgo de sufrirla. En ciertos países, la situación es bastante crítica: en Holanda, el 3% de su población activa es adicta a su trabajo; en España, el 10%; y en Japón, presumen que “la muerte por exceso de trabajo” (a la que bautizaron Karoshi) provoca alrededor de mil muertes anuales por derrames cerebrales y ataques cardíacos.
Nos encontramos frente a un tema subestimado a nivel mundial: no se magnifica su debida gravedad. En la actualidad, existe un grupo de personas dedicadas exageradamente al trabajo, sobre las que no hay dudas de su adicción y del efecto negativo sobre sus vidas. Lamentablemente, no se puede cuantificar el verdadero alcance de este mal, ya que hay un número considerable de hombres y mujeres que se hallan en el límite, lo que complica precisar hasta qué punto son o no adictos. Tomemos el caso de un artista terminando su obra, o un empresario lanzando un emprendimiento. Seguramente, están trabajando más de lo normal, pero son felices. ¿Podemos juzgarlos como adictos y opinar que eso no es bueno para ellos?.
“¡Qué ejemplo”, “¡1º de mayo!” y “¡Qué sacrificado!”, suelen ser los elogios que reciben aquellos que dejan algo más que el pellejo en su escritorio. Es que la adicción al trabajo aparenta ser inocente e inofensiva, pero es una de las adicciones modernas más poderosas. Algunos teóricos la definen como “el dolor que otros aplauden”, otros prefieren referirse a ella como una de las pocas adicciones “legales”.
Históricamente, el deber y la dedicación fueron cualidades altamente valoradas en al ámbito laboral. El desempeño se medía sobre la base de las horas que se destinaban a las actividades, sin conciencia sobre lo arriesgado de trabajar en exceso y por encima de las necesidades personales. Marilyn Machlowitz, en su libro Workaholics, viviendo con ellos, trabajando con ellos, fijó esta adicción como ‘una actitud hacia el trabajo, expresada en esfuerzo y en tiempo, que implica una forma extrema de involucrarse’. Sin embargo, esta compulsión no tiene un castigo social como sí la tienen la adicción al alcohol o a las drogas. Por el contrario, suele ser reconocido y bien visto. ¿Cuál es el inconveniente? Que es muy difícil restringir la entrega por una labor, ya que el trabajo dignifica y colma de orgullo a quien lo desarrolla. Cuanto más trabajamos, más honrados y compensados (aunque no sea económicamente) nos sentimos. No obstante, las secuelas de esta adicción son muy serias y no distan demasiado de las otras.
Un mal de todos
Con el devenir de los años, la ecuación “mayor desempeño = mayor cantidad de tiempo” cambió significativamente y, hoy por hoy, se trabaja por objetivos. La presión social y el ritmo y la dinámica de las organizaciones obligan a estar siempre conectados, a estar un paso adelante para responder más asertivamente a las expectativas. Y allí, surge el puntapié para que nazca una adicción al trabajo. Cuando, progresivamente, dejamos de diferenciar la agenda personal de la laboral, cuando nuestro único celular es el de la compañía, y cuando se pierde la noción entre el tiempo para las obligaciones y para el esparcimiento, estamos ante un peligro importante. Entiendo que, muchas veces, determinados puestos laborales conllevan estar pendientes de ellos full time –sobre todo cuando las empresas se manejan con los husos horarios del exterior–. El punto es que, aun así, es posible mantener las distancias y pautar límites claros.
Por otra parte, los expertos coinciden en que hay un patrón que respetan los workaholics. La mayoría de las personas afectadas comienzan con el trastorno entre los treinta y los cuarenta años. Tienen un nivel socio cultural y económico de mediano a alto, y sus rasgos principales son (aunque no necesariamente se presenten en simultáneo): competitivos, muy orientados a los resultados, con dificultades para establecer relaciones vinculares sanas, con baja autoestima, hiperexigentes consigo mismos y con los demás, irritables, controladores y autoritarios. Tampoco discrimina géneros, ya que si bien esta adicción fue predominantemente masculina; en la actualidad, la fuerte presión que soportan las mujeres para reposicionarse en un ámbito machista, hizo que esta enfermedad las alcance, de igual manera, a ellas.
Pero ¿cuáles son los factores que ofician como el pasaje de ida hacia este mal? Las situaciones difieren según las personas, las profesiones, las empresas y hasta los países, pero a grandes rasgos, pueden mencionarse la filosofía o la severidad de ciertas organizaciones, la ambición desmedida de logros, la cultura del exitismo o la sensación de aquellos sujetos que no le encuentran sentido a sus vidas y se sobre esfuerzan en sus trabajos para llenar los vacíos que tienen en otros órdenes.
De Taylor a la Modernidad
En su libro El equilibrista, Cristal muestra a un líder sin escrúpulos, convencido de que el mejor aporte para uno de sus más fieles colaboradores, era inculcarle la visión de “casarse” con su empresa para abrazar metas desafiantes. Son bastantes las empresas y los líderes que creen que fomentar que la persona se ‘case’ con su trabajo es bueno para la productividad y para su realización profesional. Aún se notan rastros de las ideas centenarias de Taylor, quien explicaba que los trabajadores no tienen que pensar, así no se distraen y son más rentables. Aquella concepción, en la que el empleado era como un engranaje que podía sustituirse cuando empezaba a fallar, además de ser inhumana, podía ser efectiva en una época en la que los trabajos eran rutinarios y repetitivos. Hoy, la mayoría de las tareas requieren pensar soluciones. El pensar se convirtió en un ítem clave. Y este pensar no aparece, si no se motiva al individuo, si no se le da un espacio para otras inquietudes y un lapso para recargar las energías.
Varias empresas norteamericanas ya incorporaron la adicción al trabajo como un aspecto ineludible. Cuando se avecina una fase rigurosa de trabajo, instigan al empleado a que socialice y se recree. Es que, contrariamente a lo que se puede imaginar, la adicción al trabajo afecta tanto al superior como al subordinado. Mientras el adicto lo tolere, su rendimiento será excepcional. El punto es que el pico de eficiencia dura muy poco, ya que los resultados se empobrecen cuanto más se exige al cuerpo y menos se lo descansa. Consecuentemente a ello, surgirá una mayor autoexigencia, y se entrará, así, en un círculo complejo y vicioso del cual es muy difícil salir.
Es que cuando un individuo roza esta problemática, reduce su productividad y ocasiona mal ambiente, amén de los achaques que reciben su intimidad y su salud. En cuanto a esto, la revista Forbes publicó un artículo que asevera que los adictos al trabajo tienden más a divorciarse que los que no lo son (la familia pasa a ser blanco de catarsis laborales). En lo que se refiere al bienestar físico, Gustavo Bustamante, doctor en Psicología y director general de la Fundación Fobia Club, detalla que los workalcoholic cabalgan entre un Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) y un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC): Se tornan menos creativos, más ansiosos; se alimentan mal, se aíslan, se deprimen, tienen embotamiento afectivo y hasta pueden incurrir en el alcohol o las drogas. A su vez, padecen contracturas musculares y todo lo derivado del estrés: hipercolesterolemia, hipertensión, etcétera. La lista sigue y se completa con accidentes cerebro vasculares, insomnio, reveses reumáticos y gástricos, anginas e infartos.
Las compañías más vanguardistas se encaminan a evitar las altas dosis de frustración en sus empleados, por lo que ya les están proponiendo horarios y vacaciones más flexibles, la chance de hacer tareas en el hogar o a cielo abierto, jornada reducida los viernes, día de cumpleaños libre, clases de relajación (masajes o gimnasia en la misma oficina) o el denominado “distanciamiento psicológico”: la empresa incentiva a sus trabajadores a que viajen y apuesten por el relax.
Egosintónicos
La adicción al trabajo se trata de una responsabilidad mutua entre cada individuo –que, por lo general, justifica su accionar, con la complicidad de los que los rodean–, y las empresas.
Parafraseando a los especialistas, el primer paso, ligado a lo individual, es admitir la adicción. Es crucial que el entorno detecte la patología y ayude al adicto a asimilarla (las personas egosintónicas son aquellas que no vislumbran una enfermedad o problema hasta que alguien se los señala). “Esto permitirá poner en marcha un plan de acción que puede extenderse desde cambiar de trabajo, asistir a un grupo de autoayuda o a una terapia donde canalizar inseguridades y angustias, o encabezar pequeños cambios, como no tener notebook o aprender a apagar el celular”, sugiere Zárate.
El segundo paso sería preguntarse si fue uno el que eligió cuánta energía dispensar en el trabajo. Y si eso lo hace feliz. Pensemos que la carrera laboral es como una maratón; debemos controlar nuestros excesos para llegar al final!’. Una buena idea es constituir un sistema que retribuya el esfuerzo y nos otorgue permisos para ser felices.
¿Y las organizaciones? Deben propiciar que la adicción al trabajo se trate en el seno de la propia empresa. Paradójicamente, aplaudir al que se ‘mata’ trabajando puede terminar matando a esa persona. Las empresas tienen como objetivo primario promover ganancias, pero, irónicamente, pueden fomentar una filosofía de adicción (aunque nadie la llame por su nombre) que, en vez de ingresos, desencadene pérdidas. Hay que entender que los workalcoholic no son un negocio para nadie.
Mitos
Mito 1: “Los adictos al trabajo, trabajan todo el tiempo”. Algunos sí y hasta no paran de pensar en sus quehaceres, aun cuando están en una cena o en el cine. Pero otros trabajan mucho en poco tiempo.
Mito 2: “La adicción al trabajo sólo afecta a los ejecutivos y a los profesionales exitosos”. Esta adicción afecta a todos los escalafones de las organizaciones, obtengan buenos o malos resultados.
Mito 3: “Nadie se murió por trabajar demasiado”. Muchos workalcoholics suelen padecer infartos y otras complicaciones de salud.
Mito 4: “Las empresas se benefician con los adictos al trabajo”. Los workalcoholics son erráticos en su actividad. Cuando logran ser muy eficientes, suelen enfermarse más a menudo (lo que termina, por consiguiente, perjudicando la productividad).
Mito 5: “Se trata de una adicción positiva”. Ninguna adicción lo es.
Mito 6: “Los adictos al trabajo son felices”. Este es el punto más discutible, pero no todos los que acarician el éxito alcanzan la felicidad. Además, el workalcoholic suele decir que su felicidad llega cuando termina su labor. Algo que nunca llega.
¿Es usted un adicto al trabajo?
Si responde afirmativamente la mayoría de las preguntas, probablemente sea un workalcoholic.
•¿Cree, todo el tiempo, que está corriendo una carrera contra reloj?
•¿Considera que siempre está ocupado con problemas y asuntos que resolver?
•¿Le resulta imprescindible hacer cosas aunque, tal vez, no las disfrute?
•¿Se queda trabajando solo en la oficina, durante un período considerable, luego de que sus compañeros se retiraron?
•¿Mientras almuerza o cena no se desconecta de los quehaceres profesionales?
•¿Se alejó, debido a sus obligaciones laborales, de su círculo íntimo: familia, amigos, pareja, hijos?
•¿Siente culpa cuando se esparce y no trabaja?
¿Como saber si soy adicto al trabajo?
Responde “SI” o NO a las siguientes preguntas.
- ¿Te emocionas más con tu trabajo que con tu familia o cualquier otra cosa?
- ¿Hay ocasiones en las que puedes hacerte cargo de tu trabajo y otras en las que no puedes?
- ¿Te llevas el trabajo a casa? ¿Los fines de semana? ¿En vacaciones?
- ¿Es el trabajo la actividad que haces mejor y de la que más hablas?
- ¿Trabajas más de 40 horas por semana?
- ¿Conviertes tus pasatiempos en actividades para obtener dinero?
- ¿Tomas la responsabilidad completa por los resultados de tu trabajo?
- ¿Haz hecho esperar demasiado a tu familia o amigos?
- ¿Haces trabajo extra porque te preocupa quede otra forma este no será hecho?
- ¿Subestimas cuanto tomará un proyecto grande y después te apresuras a completarlo?
- ¿Consideras que está bien trabajar por muchas horas porque amas lo que haces?
- ¿Te impacientas con la gente que tiene otras prioridades aparte del trabajo?
- ¿Temes que si no trabajas duro perderás tu trabajo o habrá algún fallo?
- ¿Es el futuro una preocupación constante aún cuando las cosas van bien?
- ¿Realizas las cosas muy competitivamente, incluyendo el juego?
- ¿Te irritas cuando la gente te pide que dejes de trabajar para hacer algo más?
- ¿Ha afectado tu trabajo a tu familia u otras relaciones?
- ¿Piensas en el trabajo mientras manejas, te vas a dormir o cuando otros hablan?
- ¿Trabajas o lees durante las comidas?
- ¿Crees que el dinero resolverá los demás problemas de tu vida?
Si respondes “SI” a tres o más preguntas entonces tu puedes ser un adicto al trabajo. Relájate. No estás solo, incluyéndome a mí, claro.
Consejos para evitar que el trabajo se convierta en una obsesión
A continuación 11 consejos para evitar convertirse en un “Workaholic” y qué el trabajo se convierta en una obsesión.
1. Establecer límites claros. Por ejemplo en el horario.
2. Dormir bien.
3. Desconectarse de Internet.
4. Pasar más tiempo en entornos naturales.
5. Guardar espacios de tiempo para amigos y familia.
6. Comer sano.
7. Buscar un hobby.
8. Escuchar al cuerpo.
9. Cuestionar objetivos y propósitos de vida.
10. Cultivar hábitos saludables.
11. Llegar a los demás con un buen equilibrio entre trabajo y vida.